
Qasr-AL-Watan (https://visitabudhabi.ae/en)
Tenía yo 20 años y ningún miedo. Por eso dije que sí cuando me ofrecieron a acompañar a un grupo de religiosos a un congreso en la India. No como guía, simplemente como coordinadora para apoyar al grupo durante el trayecto. Por supuesto que siendo la primera vez que yo hacía algo así, algo tenía que pasar, y pasó. Me quedé varada en un aeropuerto de Londres con el vuelo de conexión cancelado y treinta monjas y sacerdotes mortificados. La chica de la aerolínea muy amablemente me hizo el favor de conseguir lugares para todos en un vuelo Londres- Abu Dhabi- Delhi. El pequeño inconveniente era que, teníamos que pasar 13 horas en Abu-Dhabi.
Llegando a Abu-Dhabi, al ver los exhaustos rostros del grupo, era evidente que necesitaban salir del aeropuerto y descansar. No sé cómo lo hice pero, conseguí un autobús y dos habitaciones de hotel, una para los señores y una para las damas. La idea era que quién quisiera pudiera tomar un baño o una siesta antes de continuar el viaje. Afortunadamente, el grupo tenía muy buena disposición, se asignaron turnos para el uso de la habitación y organizaron grupos para salir a explorar la ciudad. Una Hermana me prestó una blusa para ponermela sobre mi vestido sin mangas para que pudiera salir a caminar. Esto porque Abu-Dahbi es un país musulmán y uno debe ser respetuoso de las reglas de la casa que visita. La ciudad es extraordinaria, muy moderna pero con unos ejemplos asombroso de arquitectura mudejar. Todo parece como recién hecho y el mar tiene el azul intenso del Caribe. Después de pasear, darnos un baño y (algunos) tomar una siesta decidimos comer todos juntos antes de volver al aeropuerto. Entonces uno de los Padres tuvo una idea maravillosa. Era el aniversario de la ordenación de uno de ellos y ¿por qué no celebrarlo? Así que pedí que nos prestaran un salón para celebrar misa. Fué un momento conmovedor; una misa católica , oficiada por tres sacerdotes, en el corazón de un país musulman en medio del desierto, para dar gracias por la ordenación de un sacerdote y bendecir su labor entre cantos y oraciones. La celebración continuó con la comida: saloona (guisado de pollo) y kofta (albohóndigas) con arroz, seguidos por deliciosos postres y té. El grupo entero estaba contagiado de alegría y una hermosa sensación de paz.
Al terminar, continuamos nuestro camino hacia la India sin más incidentes. El resto del viaje fue maravilloso, el grupo era muy bonito, estaba unido y todos eran respetuosos. Nunca he sido particularmente religiosa pero sí creo que la misa de esa tarde en la que nos tomamos de las manos para dar gracias y orar nos tocó el corazón e hizo para todos el viaje más especial e inolvidable.
Desde entonces creo que a veces, los imprevistos son bendiciones disfrazadas y pueden ocultar hermosos regalos. Está en nosotros abrir los ojos y el corazón para saber identificar el regalo y agradecerlo.
Si le gusta conocer nuevas culturas y fascinantes lugares le recomiendo visitar Bremen, el estado más pequeño de Alemania que es mucho más que un cuanto de hadas. Por mi parte estaría encantada de darle un tour personallizado por la ciudad.
